En la ciudad de Ourense hay un individuo que lleva años torturando
acústicamente a vecinos y usuarios de espacio público sin que las autoridades
hayan tomado ninguna medida contra él, al menos aparentemente.
En la calle Lamas Carvajal, al lado de los jardines Padre Feijóo existe
un puesto callejero, conocido
popularmente como "La Garrapiñada" . Comercializa, entre otras, la
apreciada golosina con ese nombre.
Seguramente ese puesto
callejero dispone del necesario permiso municipal para vender sus
productos en ese lugar. Pero eso no le da derecho a invadir
acústicamente el espacio público circundante
con el ruido de una radio que el propietario mantiene
permanentemente encendida, y que supone una molestia para los viandantes que pasan, bastante mayor para
las personas que buscan un momento de tranquilidad en el parque próximo (para
eso son los parques, para buscar tranquilidad) , y una verdadera tortura para los vecinos de las
viviendas próximas que deben soportarlo crónicamente y que se ven obligados en
muchas ocasiones a cerrar sus ventanas para poder desarrollar actividades
incompatibles con la escucha forzosa de ese altavoz o sencillamente para poder
disfrutar de la paz a la que tienen derecho en sus domicilios.
Las ordenanzas municipales son
claras al respecto. El artículo 11 de la Ordenanza de Ruidos prohíbe encender
radios o altavoces en espacio público, que, además de suponer contaminación
acústica supone someter a los ciudadanos al chantaje del consumo de publicidad
y otros contenidos sonoros comerciales en los que no tiene por qué estar
interesado para poder hacer uso del espacio público.
El abuso es especialmente grave
teniendo en cuenta que en la proximidad inmediata existe ese parque que podría ser más usado como área tranquila y de descanso especialmente
por personas mayores que como es sabido suelen buscar lugares tranquilos. El
susodicho altavoz arruina así uno de los escasos espacios verdes de la ciudad.
Si el propietario quiere oír la radio debería usar auriculares, toda vez que su negocio está en la calle, sin paredes o límites físicos a sus emisiones sonoras. Si la enciende como un reclamo de
eficacia más que discutible, las autoridades deben recordarle que no tiene
derecho a publicitar acústicamente su negocio privado a costa de los derechos
de los vecinos, y obligarle a cumplir
las ordenanzas.
Los ciudadanos deben
concienciarse cuanto antes acerca de la gravedad de esta clase de abusos, de
los que mucha gente sólo se hace consciente cuando los sufre en primera persona
(por ejemplo si lo soportara debajo de su casa ) y denunciarlos. Y no ponerse del
lado del agresor acústico (adoleciendo de una especie de “Síndrome de Estocolmo” con quien
secuestra acústicamente nuestro cerebro) en vez de hacerlo del lado de sus
víctimas, que deben soportar esa tortura indefinida e injustificadamente.
Con toda seguridad, el gobierno municipal
del Partido Popular pondrá fin al abuso para cumplir el punto 59 de su programa
electoral a las elecciones municipales 2015, en el que se habla de hacer cumplir las ordenanzas contra contaminación acústica, para hacer de Ourense una ciudad sin ruido evitable.
Los negocios deben ejercer su
actividad respetando los derechos de los ciudadanos, que tienen prioridad.